En su Leopardi, Pietro Citati traza este brutal retrato de la hermana del poeta, Paolina, por cierto traductora de Xavier de Maistre y autora de una Vida de Mozart:
Paolina no era guapa. No era alta, no tenía la elegante blancura de piel que admiraban los hombres de la época… Era tímida. Hablaba poco. No tenía confianza en sí misma… Tenía una agudísima sensibilidad, que exacerbaba una inteligencia sospechosa y maníaca. Tenía un inmenso deseo de ser feliz, y esperaba que, al menos una vez, le tocara alguna pequeña felicidad real. Soñaba con el amor… No podía tener amigas ni recibir cartas de amigas. No podía asomarse a la ventana, porque inmediatamente la veían los ojos omnipresentes de su madre… Nada aliviaba el tedio. Sabía que no se realizaría ni uno solo de sus deseos. Vivía sin vida, sin alma, sin cuerpo. Le parecía que estaba muerta desde hacía mucho tiempo; que su cuerpo era un cadáver, que su alma carecía de sensaciones. Lo único que le quedaba era la lectura…